Carlos miró el reloj. Eran las dos de la mañana. Desesperado cerró el libro. Seguro que suspendía el examen del día siguiente.
No tenía ni idea de geometria. Y no le daba la gana de estudiarla. Total, era una tontería que no servía para nada.
Lo malo es que estaba repitiendo. Un mal asunto para el que no veía solución. Sólo un acto de magia podría salvarlo ¿Magia?
¡Claro! ¿Cómo no se le había ocurrido antes? Si a él siempre le había atraído la magia negra. Hasta tenía libros con invocaciones muy sencillas para llamar al diablo y someterlo a su voluntad.
Pero nunca las había probado. Ni se le había ocurrido. Pero ahora era el momento. Cogió uno de ellos y se puso a leerlo.
Ademas resultaba que la magia era muy sencilla, no como la maldita geometría. Bastaba con dibujar un pentágono en el suelo, meterse dentro de él y decir el conjuro.
Entonces el demonio vendría, no podría hacerle nada porque estaba dentro del pentágono, y le daría todo lo que le pidiese. Leído y hecho.
Retiró los muebles, dibujó en el suelo el pentágono protector y pronunció el encantamiento ¡Y el demonio se apareció! Vaya que sí. Era verdaderamente horrible, pero Carlos no tuvo miedo.
- Siempre he sido un ignorante en geometría - comenzó...
¡A quién se lo vas a decir! - replicó el demonio, riendo burlonamente.
Y cruzó las líneas del hexágono que Carlos había dibujado en vez del pentágono.
Siempre hay listillos holgazanes que buscan atajos fáciles. Ignorantes de que no hay atajos para el camino recto. Y que, aunque los hubiera, un mínimo de geometria, quiera que no, hace falta.
No tenía ni idea de geometria. Y no le daba la gana de estudiarla. Total, era una tontería que no servía para nada.
Lo malo es que estaba repitiendo. Un mal asunto para el que no veía solución. Sólo un acto de magia podría salvarlo ¿Magia?
¡Claro! ¿Cómo no se le había ocurrido antes? Si a él siempre le había atraído la magia negra. Hasta tenía libros con invocaciones muy sencillas para llamar al diablo y someterlo a su voluntad.
Pero nunca las había probado. Ni se le había ocurrido. Pero ahora era el momento. Cogió uno de ellos y se puso a leerlo.
Ademas resultaba que la magia era muy sencilla, no como la maldita geometría. Bastaba con dibujar un pentágono en el suelo, meterse dentro de él y decir el conjuro.
Entonces el demonio vendría, no podría hacerle nada porque estaba dentro del pentágono, y le daría todo lo que le pidiese. Leído y hecho.
Retiró los muebles, dibujó en el suelo el pentágono protector y pronunció el encantamiento ¡Y el demonio se apareció! Vaya que sí. Era verdaderamente horrible, pero Carlos no tuvo miedo.
- Siempre he sido un ignorante en geometría - comenzó...
¡A quién se lo vas a decir! - replicó el demonio, riendo burlonamente.
Y cruzó las líneas del hexágono que Carlos había dibujado en vez del pentágono.
Siempre hay listillos holgazanes que buscan atajos fáciles. Ignorantes de que no hay atajos para el camino recto. Y que, aunque los hubiera, un mínimo de geometria, quiera que no, hace falta.
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