(Continuación) En definitiva, un auténtico “cajón desastre” donde casi todo vale, aunque, eso sí, recubierto con un fino barniz de un supuesto vanguardismo pseudocientífico.
Ya lo dice la ley de hierro de las pseudociencias: “No hay idea estúpida, por más absurda o inverosímil que parezca, que no encuentre creyentes, seguidores y defensores”.
En todos sus años de existencia -sus comienzos más o menos científicos datan de 1882- la parapsicología no ha aportado ni una sola prueba convincente de la existencia de la supuesta fenomenología parapsíquica.
La investigación parapsicológica se ha caracterizado por la incompetencia en el diseño de experimentos controlados apropiadamente.
Como ejemplo nos sirve la hipnosis, un fenómeno cuyo estudio se inició en el campo de la parapsicología donde, durante años, no se progresó en su conocimiento.
Al poco tiempo de ser investigado científicamente, por la medicina y la psicología, se comprobó que era un fenómeno cierto, y hoy en día es una técnica comúnmente empleada.
Y digo fenómeno cierto, porque las experiencias parapsicológicas existen. Dejando a un lado a desaprensivos y embaucadores, la mayoría de las personas que manifiestan haber observado determinados fenómenos o poseer ciertos poderes psíquicos, no mienten.
Para ellos la experiencia existe. Están convencidos de la realidad de sus afirmaciones, aunque también es cierto que las personas creemos todo aquello que necesitamos creer.
Otra cosa, bien distinta, es que posean dichos poderes o que esos hechos hayan ocurrido en realidad.
Para ellos la experiencia existe. Están convencidos de la realidad de sus afirmaciones, aunque también es cierto que las personas creemos todo aquello que necesitamos creer.
Otra cosa, bien distinta, es que posean dichos poderes o que esos hechos hayan ocurrido en realidad.
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