Tras la lectura del título es probable que a algún lector se le haya venido
a la cabeza la imagen del músico ruso de la segunda mitad del pasado siglo XIX. Lo que es normal. Claro que también es probable que otro lector lo haya asociado con el del
científico. Lo que ya no lo es tanto.
Y por supuesto, quiero pensar que al lector avisado de este negro sobre
blanco se le hayan venido ambos ya que, y prácticamente a lo largo de toda su
vida, A. Borodin cultivó sobre todo estas
dos actividades: la artística de la música como compositor y la científica como
químico experimental. Probablemente la menos normal.
Como compositor ahí están su poema sinfónico En las estepas del Asia Central o la inolvidable ópera El Principe Igor con sus famosas danzas
polovtsianas. Y como químico, una faceta quizás no tan conocida, digamos por
ahora que fue uno de los químicos más destacados de su época en Rusia.
Hijo
natural o ¿por qué se llamó Borodin?
En un estricto orden cronológico lo primero que hemos de saber de Alexander Borodin (1833-1887) es que fue
hijo natural de un príncipe georgiano que, como era práctica frecuente en
aquella época y estrato social, fue registrado como descendiente de uno de los
sirvientes. Y en esta ocasión a él, hubo otros hijos y otros sirvientes, le
tocó un tal Porfirio Borodin.
No obstante, y a pesar de que el príncipe murió cuando Alexander tenía tan
solo ocho años, recibió en la casa de su madre una esmerada educación que unida
a su inteligencia y gran capacidad para la música
y los idiomas le permitió, ya a los
catorce años, hablar con soltura alemán, francés, inglés e italiano, además de
su ruso natal. Una formación que le sirvió y no poco en su desarrollo
profesional y vocacional.
Además y de manera autodidacta aprendió a tocar con maestría piano,
violonchelo y flauta y, aunque con más interés que técnica, el oboe y el
clarinete. Se cuenta que con solo ocho años ya se interesaba por la música, que
con nueve compuso su primera pieza, una polka titulada Helene, y que a los trece hizo lo propio con un concierto para
flauta y piano, y con un trío para dos violines y violonchelo. En fin, que ya
apuntaba maneras musicales el joven.
Pero no eran éstas las únicas inclinaciones con las que mostraba cierta y
notoria destreza. Más o menos con esa temprana edad ya empezó a manifestar su
interés por la química, lo que le
llevó a montar un laboratorio en su propia casa donde fabricaba, al parecer, colorantes
para acuarelas. Como lo lee.
Paradoja
científico-musical
Sin embargo a nadie escapa que la notoriedad y relevancia social de Borodin
procede, sobre todo, de su faceta como compositor musical que supera y en mucho
a la de químico experimental. Una circunstancia que vista con la perspectiva que
da el tiempo, resulta ser en sí mismo toda una paradoja dado, de una parte, su
relativamente escasa producción musical y de otra, el poco tiempo que le pudo
dedicar a lo largo de su corta vida.
Y es que Borodin desde que fue adulto siempre vivió de su trabajo y su
profesión era la de químico, mientras que la música era sólo su vocación. Sabido
es que la obligación va siempre antes que la devoción. (Continuará)
No tenía ni idea. Felicidades.
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