Sucede que Brandi, aunque no lo menciona cuando habla de cabo Sunión, entre los centenares de nombres grabados y apenas reconocibles que allí hay, en una de las columnas, acertó a identificar una de ellas.
Y no era de un mindundi como Arcet, no. Era la de todo un genio.
Byron y el grafiti
De un genio porque se trata, nada menos, que de la firma del poeta inglés George Gordon Byron, Lord Byron (1788-1824) que, hasta dónde sé, aún permanece allí grabada en una de las columnas. Eso sí, parece que está apenas reconocible entre otros nombres.Pero es su huella en la piedra. La de él, que está considerado como uno de los escritores más versátiles, importantes e influyentes del Romanticismo ¡Zasca! Ahí lo tienen, pillado en un grafiti de los labores del XIX y en Grecia ¿Se lo imagina?
Un Byron al que acompañó, durante buena parte de su vida, la reputación de ser nada convencional, excéntrico, polémico, ostentoso y controvertido. Un Byron que admiró a los animales.
Dicen que mientras estudió en Cambridge, tuvo un oso y eso que en la institución Trinity College, como se puede imaginar, estaban prohibidos los animales domésticos. Bueno pues él, un oso.
De hecho hay constancia de que a lo largo de su vida, siempre le acompañaron animales, entre ellos: un zorro, monos, loros, gatos, un águila, un halcón, gallinas de Guinea, un cuervo, un tejón, gansos, una grulla egipcia y una garza.
Bien pues este Byron que les retrato, inteligente, sensible, amante de los animales y paradigma, además, del magnetismo personal, también cayó en la vulgaridad del grafiti.
Entre genios
Él que fue padre de Ada Augusta Byron, Ada Lovelace, co-creadora de la máquina analítica junto a Charles Babbage. Una Ada a la que algunos consideran la “primera programadora en la historia de los ordenadores” y la “madre del software”. Una cuestión de opinión quizás, pero que es, y esto no es opinable, la única mujer que desde 1979, da nombre a un lenguaje de programación. Es probable que le suene, ADA.
Una mujer que desde muy joven y a pesar de serlo -sí, ambas circunstancias, mujer y joven-, mantiene correspondencia con otros científicos de la época. Científicos del nivel de Michael Faraday, Charles Wheastone y John Herschel entre otros.
Un Faraday que por cierto, en las postrimería agosteñas de 1831 finalizaba en su laboratorio londinense el más importante de sus experimentos. De alguna forma completaba la relación entre electricidad y magnetismo, al menos en la práctica
Perdonen esta digresión, probablemente prescindible. Pero trato de decirles que ni siquiera alguien de la enjundia intelectual de Byron, se pudo resistir a esa ola estulta de grabar o pintar en un monumento.
Una estupidez que ya hemos visto, viaja con el imbécil cuando éste lo hace. Y aclaro.
Ni que decirles tengo que estoy del todo convencido de la no beocia del poeta. Vamos, convencido del todo. Sobre lo que sí albergo alguna duda es, acerca de qué sobrevivirá más de él. Si su firma en Sunion o su gloria como poeta.
Espero que sea ésta última. Es más, estoy totalmente persuadido de ello.
Y claro, si en los albores del siglo XIX y en Grecia, cayó en la moda grafitera alguien de la talla de George Byron, ¿cómo vamos a recriminarles hoy día, a unos jóvenes y erasmusianos universitarios, esa costumbre de afear ciertos monumentos, a base de colgarles candados?
Unos candados que, además, son una prueba de amor. O sea que candados serán, mas candados enamorados. Un respeto por tanto.
¿Qué significa ¡Zasca!?
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