viernes, 12 de abril de 2013

A propósito de los pavos reales hispalenses (y 2)


(Continuación) Como consecuencia del apareamiento animal, el pavero digo, las hembras realizan puestas de entre cuatro (4) y ocho (8) huevos de color castaño claro, que son incubados exclusivamente por la hembra, durante veintiocho (28) días.

Pero, ahora sí como los humanos, los pavos reales, para este menester entre sexual y reproductor, necesitan de intimidad. Por eso cruzan la avenida de la Palmera. Sencillamente buscan un lugar apropiado para aparearse.

Obedecen por instinto a la “llamada de la naturaleza”. Una poética forma de llamar lo que no es más que un método de selección natural, en el mecanismo de la evolución animal. La clave de la vida.


De cualquier vida
Y en el cumplimiento de ese imperativo cósmico que es la vida, y en la necesidad de esa intimidad, los pavos reales se marchan del parque en busca de un lugar con menos y tan molestos curiosos.

Abandonan el bello e histórico espacio verde pero, para ellos demasiado frecuentado, que es el Parque de María Luisa y buscan, al otro lado de la avenida, los Jardines de las Delicias de Arjona.

Un nuevo habitat donde la presencia humana es mucho menos frecuente y, por tanto, más propicio para sus intenciones. Una cuestión de decoro animal.

Al parecer, con tanta gente, el pavo como que se retrae. No es él. No se crece. Le falta algo para poder iniciar ese ritual en el que extiende el colorido abanico de su cola para, supuestamente, encantar y deslumbrar a la hembra. Vamos, cuando se pavonea.

Digo supuestamente porque, estudios realizados al respecto apuntan en la dirección de que las pavas, pues, que no son tan “pavas” como pudieran parecer. Y suelen tomar el pelo (¿la pluma?) al envanecido partener. Vamos que se ríen de su pavoneo.

O sea que en este sentido, los pavos sí son como los humanos. Tanto ellas como ellos.

Pero a lo que estamos. Es la supervivencia de la especie la que les hace emprender ese recorrido, siempre por el mismo camino, como si fuera un ritual primaveral. Ritual que, por descontado, el de esta pasada ocasión semana santera pasada, no ha sido el único.

Por estas fechas, con algo de suerte o mucha paciencia, se les puede ver recorriendo ese camino, en ambos sentidos. El de ida, del parque a los jardines con el trabajo por hacer, y el de vuelta, de los jardines al parque, con el trabajo ya hecho.

Es sabido que para el trajín éste de la vida, el hecho de ir es importante; pero no lo es menos el de volver. Bueno pues hasta aquí.

Doy por cumplido mi compromiso y desvelado, en la medida de mis posibilidades, el misterio de los pavos reales del parque sevillano. Que si lo pensamos bien no es tal misterio y, si lo pensamos mejor, en realidad es lo mismo de siempre.

La historia de la Vida, la vida con mayúscula y negrita.

3 comentarios: