Ése es el debate.
¿Besar es una
actividad natural que viene ya
codificada en nuestros genes o, por
el contrario, se trata de una actividad cultural
que aprendemos a través de la observación?
Según Charles Darwin, el primer científico en
abordar este besuquero asunto, se trata de algo más bien parecido a lo primero.
Es lo que expone
en su libro de 1872, The Expression of
Emotions in Man and Animals (La Expresión de las emociones en el hombre y
los animales).
En él, el Padre de la Evolución, concluye que el
besarse es producto de un deseo innato y
quizás hereditario de ser
reconocido, de establecer una relación y de “recibir
placer del contacto cercano con una persona amada”.
Pero no faltan
antropólogos que cuestionan esta teoría. Y su punto de partida es ese diez por
ciento (10%) de culturas humanas en las que no se estila el beso.
Por ejemplo, el
danés Christopher Nyrop constató
hace un tiempo que el contacto labial era desconocido a finales del siglo XIX
en Polinesia, Madagascar, algunas tribus africanas y en las culturas
esquimales.
Igualmente, en
1929, Alfred Crawley concluyó que el
beso era un producto de civilizaciones avanzadas como la europea. Un punto de
vista criticado por algunos dado su elevado complejo de superioridad racial.
Desde entonces
la posible respuesta ha oscilado entre una posición y otra ¿Cuál es la cierta?
Pues ni una ni
otra
En actualidad
este movimiento pendular parece encontrar un punto de equilibrio entre ambas.
Entre lo natural y lo cultural. Un punto de conciliación interpretativo que nos
llega de la mano de la antropóloga Sheril
Kirshenbaum. Para ella la respuesta es evidente.
De un lado, en
las sociedades donde no existe el beso, hay conductas más o menos equiparables,
como el frotamiento de nariz de los esquimales. Luego es natural.
Y del otro, hoy
por hoy está muy claro que existe una gran influencia cultural. Cuanto más
leemos y vemos del beso, en la literatura, la fotografía, el cine y la
televisión, más aceptable nos parece y más lo practicamos. Luego también es cultural.
Sin ánimo de ser
exhaustivo, una breve pasada por distintas actividades artísticas, nos
muestran que este íntimo intercambio
entre personas puede ser Arte.
¡No sé!¡No sé!
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