lunes, 23 de abril de 2018

Galileo y Marius, entre calendarios

(Continuación) Como seguro saben, promovido por el papa Gregorio XIII y por diversos motivos que no vienen ahora al caso, a partir de 1582 se sustituyó de manera oficial en toda Europa el calendario juliano, utilizado desde que Julio César lo instaurara en el año 46 a. C., por el actual calendario gregoriano.
Una reforma que rápidamente fue adoptada por los países católicos, pero que otros tardaron en hacerlo entre ellos la Alemania protestante que siguió anclada en el calendario juliano hasta 1700. Y de aquí parte el error. Recuerden.
Simón Marius manifestó que había observado las lunas jupiterinas en noviembre de 1609, pero el primer registro documentado es del 29 de diciembre de 1609, una fecha que en cualquier caso parece anterior a la de Galileo del 7 de enero de 1610, lo que le hace ser el descubridor oficial. Sin embargo solo lo parece.Y es que en esta vida no todo es como parece.

Resulta que el alemán aún seguía utilizando para fechar sus escritos el calendario juliano que ya no estaba vigente, y dado los diez (10) días que “desaparecieron” en el cambio calendario, esa fecha era en realidad el 8 de enero de 1610. Es decir que no solo lo publicó cuatro años más tarde (1614), sino que las vio un día (una noche en realidad) después. Así son las cosas.
De los nombres jupiterianos
Pero a la vez que reivindicar la co-autoría del avistamiento, Marius propuso llamar al conjunto ‘Las Estrellas de Brandenburgo’ y, sugerido por Johannes Kepler con quien coincide en octubre de 1613, los nombres individuales de: Ío, Europa, Ganímedes y Calisto. Una propuesta a la que naturalmente Galileo se opone y decide llamarlos ‘medicea sidérea’, es decir, “satélites Medici” o “satélites medicianos” en reconocimiento a su mecenas la familia Medici, seguido de la numeración romana.
Como sabemos, aunque al principio ganó Galileo, el tiempo terminó repartiendo la suerte en este asunto nominativo. Casi tres siglos después, en 1847, John Herschel (hijo del descubridor de Urano,  el séptimo planeta) propondrá de nuevo los nombres individuales keplerianos, tomados de la mitología grecolatina.
Recuerden, los de los cuatro amantes del dios Zeus, equivalente heleno de Júpiter: Io, Europa, Ganímedes y Calisto, y en ese orden desde el más interior al más alejado. En la actualidad se admiten ambas nomenclaturas la textual y la numeral: Ío o Júpiter I, Europa o Júpiter II, Ganímedes o Júpiter III y Calisto o Júpiter IV. Así que ni para uno ni para otro.
Curiosidades jupiterinas
Hay sin embargo un par de detalles en esta rápida historia contada a vuelatecla, dejo muchos detalles científico-técnicos sin contar, que me llaman la atención.
El primero resulta casi una ironía y tiene que ver con la propia observación del sistema de Júpiter y la disputa de su autoría porque, las lunas de este planeta, son lo suficientemente brillantes como para ser detectadas a simple vista, sin necesidad de telescopio. Como lo leen. Por ejemplo Ganímedes o Júpiter III que es el más grande, de hecho más que la Luna o Mercurio, y notablemente luminoso, tiene un brillo de magnitud 5 lo que en principio lo hace visible en una noche oscura.
Lo hace porque, por comparación, las estrellas más débiles visibles en una noche oscura tienen magnitud 6, así que sorprende que no fueran descubiertos desde la misma antigüedad. Paradójico, pero es Galileo Galilei (1564-1642) en los inicios del siglo XVII, el primeroque deja constancia escritade su existencia. (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.




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