domingo, 7 de enero de 2018

Rudolph, el reno. Ciencia y hocico rojo (1)


(Continuación) Hace justo un lustro la ciencia -partiendo de la idea ficticia del reno con hocico rojo y luminiscente, del cuento del publicista Robert L. May publicado en 1939-, un grupo de científicos holandeses y noruegos se puso manos a la obra para explicar si esto podía ser así o no.
Y ya saben que en lo que respecta al color los renos, y de manera natural, pueden tener los hocicos con un tono rosado pero que, en lo que corresponde al brillo, de manera natural también, al menos por ahora no. Aunque conviene ser prudente, las ciencias avanzan una barbaridad por lo que no debemos descartarla. Mejor será que vayamos por parte, empezando con el hocico rosado.
Hocico rosado. Una adaptación evolutiva
Por supuesto que la hipótesis de partida del grupo investigador fue la de asociar el color con las bajas temperaturas imperantes en estas fechas navideñas y suponer que éste debería estar relacionado con una mayor presencia de glóbulos rojos, eritrocitos o hematíes en la nariz, con el fin de evitar las indeseadas consecuencias fisiológicas del extremado frio ambiental.
Recordar de los tiempos bachilleres, abro un escolar y breve inciso, que estas células rojas de la sangre son las más numerosas, tiene forma redonda u ovalada y contienen hemoglobina encargándose de transportar el oxígeno a todas las partes del cuerpo. Cierro inciso cultureta.
Vamos que la particular tonalidad de la nariz de los renos, vuelvo la hocico, no es más que una adaptación evolutiva a su medio ambiente, como tantas otras por cierto.
Y para validar la hipótesis el grupo de científicos holandeses y noruegos, pertenecientes a las Universidades de Rotterdam, Ámsterdam y Tromsø trabajó con una curiosa muestra formada por ocho (8) animales, a saber: cinco (5) voluntarios humanos sanos, cuatro de ellos hombres y una mujer no fumadores y sin enfermedades nasales en su historial; una (1) persona con un pólipo nasal; y dos (2) renos adultos (Rangifer tarandus). Tal cual.
Y lo que hicieron fue observar sus narices mediante un microscopio que grababa con tecnología de vídeo, lo que ocurría en su interior y así confirmar su hipótesis a partir de lo que se conoce como morfología funcional comparativa de la microcirculación nasal en humanos y en renos.
De los resultados se concluye que en efecto la nariz de los renos está repleta de glóbulos rojos y en ella la microcirculación nasal es muy elevada debido a que cuenta con una alta densidad de vasos sanguíneos, alrededor de un veinticinco por ciento (25%) superior a la de la nariz humana.
A lo que hay que unir la existencia de abundantes glándulas mucosas lo que les permiten a mantener siempre un clima nasal óptimo a lo largo de las variables las condiciones meteorológicas algunas de temperaturas extremadamente bajas.
British Medical Journal
Todo ello apareció publicado en el número navideño de la revista BMJ de 2012 en el que sus autores, quizás empapados del espíritu propio de esas fechas y subidos en el trineo noelero concluyeron que en efecto se confirmaron las hipótesis de partida. (Continuará)
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