domingo, 4 de diciembre de 2016

'Síndrome de la tiara'. Científicas y científicos (y 2)

(Continuación) Aunque no me gustaría llevarles a equívoco desde un punto de vista histórico y literario.

De Homero y la ‘Odisea’
Del hombre tan solo decirles que Homero (circa siglo VIII a. C.) es el nombre con el que conocemos al cantor a quien, por tradición, se le atribuye la autoría de las principales poesías épicas griegas, entiéndase la Ilíada y la Odisea.

Por tradición ya que desde el período helenístico –etapa histórica comprendida entre la muerte de Alejandro Magno y el suicidio de la última soberana helenística, Cleopatra VII de Egipto, y su amante Marco Antonio-, se viene cuestionando dicha autoría.

Más en concreto si Homero es el autor de ambas obras épicas.

Un posicionamiento bien distinto al que le precedió en el tiempo y en el que, no solo no existían estas dudas sino que ambas obras, Ilíada y Odisea, eran considerados relatos históricos reales. En fin.

Y de la obra, la Odisea, les pongo por escrito a modo de recordatorio lo que a bien seguro ya saben. Se trata de un poema épico griego compuesto por veinticuatro (24) cantos.

Compuesta entre los siglos VIII y VII a. C., narra la vuelta a casa tras la Guerra de Troya del héroe griego Odiseo, Ulises al decir latino, rey de la isla de Ítaca. Y se encuentra lo que ya sabe. No les canso por tanto.

Para más inri
Y ya de la que va, del campo de la mitología me paso a esa peculiar narración breve que conocemos como cuento, y al terreno que les propio, la cuentología.

Porque no debemos olvidar que, de alguna forma, el síndrome de la tiara, aparece en nuestra tierna infancia en forma de cuento.

Si se fijan bien es la princesa la que debe ser rescatada. La que debe ser besada para ser devuelta a la vida. O la que es elegida y después encontrada por un príncipe ideal que recorre la ciudad zapato en la mano.

Y en el mundo cinematográfico, cómo no, es Harry quien encuentra a Sally y no al revés. En fin.

Es decir que el síndrome de la tiara es, fundamentalmente, un mal de mujeres. Aunque ya se lo adelantaba, también hay hombres que lo experimentan en sus cuerpos. Pero no es igual, no lo es aunque parezca que sí.

No porque, para más inri, las mujeres tienen un plus de dificultad añadido. Nuevas y recientes encuestas realizadas en este terreno, arrojan al respecto unas sorprendentes estadísticas.

Según las mismas, una mayoría significativa de mujeres solo se presentarían como candidata a un puesto de trabajo, si consideraran que cumplen el cien por cien (100%) de los criterios requeridos.

Una cifra que se diferencia no poco de la de los hombres, que por el contrario se lanzarían en plancha a por el puesto, cumpliendo tan sólo un sesenta por ciento (60%) de dichas capacidades. Qué me dicen.

Es como otro techo de cristal que las mujeres se ponen a sí mismas, a la hora de hacer ver lo que valen.

Un impedimento más que, lógicamente, tiene materiales repercusiones en lo económico, proporciona desmerecimiento profesional y suele afectar a la autoestima en lo personal.

Por lo que se ve, en esto, tampoco somos iguales mujeres y hombres.

Aunque también hay hombres que lo experimentan en sus cuerpos les decía más arriba, sí, pero ellos, esto se lo digo ahora, por ser del sexo adecuado, no sufren la doble segregación de género, a saber: horizontal y vertical.




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