miércoles, 28 de septiembre de 2016

‘Villa Diodati’, factoría del terror (y 3)

(Continuación) Y es que las circunstancias de aquel verano de 1816, el del “año que nos quedamos sin Sol”, propiciaron el nacimiento literario del que podemos considerar como el monstruo emblemático de la modernidad.

Un monstruo sin nombre, aunque todos le conozcan por el apellido del atrevido e irreflexivo doctor que le dio la vida, Víctor Frankenstein. Un monstruo innominado que en principio no es más que un ser oscuro y desconocido, hecho de desechos humanos.

En principio, digo. Después, como bien saben, la cosa vino a más.

Porque en realidad fueron varios los componentes que se conjuraron ese verano en el lago Leman, para dar vida al monstruo; unos externos a la casa, Villa Diodati, y otros internos a ella, sus moradores.

Entre los primeros estaba el aislamiento al que se vieron forzados por la oscuridad, la lluvia, los truenos, el frio, los relámpagos, etcétera.

Y de los segundos, seguro que influyeron y no poco, esas charlas entre Percy Shelley y Lord Byron sobre los experimentos realizados con protozoos por Erasmus Darwin, sí el abuelo del evolucionista Charles, dentro de un nuevo campo de conocimiento conocido como galvanismo.

Sueño de una noche de verano
Unas palabras sobre la posibilidad de vida después de la muerte, que quedaron grabadas en la mente de Mary y que una noche de ese verano le hicieron tener un sueño.

El que condujo a la creación de Frankenstein, sin duda el primer personaje literario de la ciencia ficción y, probablemente, el monstruo más famoso y conocido del mundo.

Leí no hace mucho en una encuesta -no recuerdo dónde, lo lamento-, que el engendro es más conocido por los niños estadounidenses que el propio presidente de su país. Un tal Obama. Qué curioso es el pueblo estadounidense.

Una noche la del sueño les decía, que sabemos cuál fue.

Gracias a los minuciosos apuntes del diario de Mary, un equipo de astrónomos logró hace unos cinco años, establecer la fecha exacta del sueño: el 16 de junio de 1816.

Casi verano, es lo que tiene la ciencia.

Pero bueno de todo esto ya les he hablado y en diferentes momentos de esta saga frankensteniana, así que no tienen más que utilizar el buscador. De lo que no les he dicho nada aún es de cuándo y dónde empezó todo.

La culpa fue del Tambora
El cuándo fue un año antes, en la primavera de 1815. Y el dónde, muy lejos de la vieja Europa, en la Indonesia.

Ya de la que va sepan que la culpa la tuvo un volcán, el Tambora.

Claro que eso no se supo hasta pasado poco más de un siglo, en concreto en 1920, cuando los climatólogos descubrieron la causa de aquel terrible verano.

Y que no es otra que la nube de cenizas que el 5 de abril de 1815, arrojó a la atmósfera al entrar en erupción, el volcán Tambora, en la isla indonesia de Sumbawa.






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