martes, 13 de septiembre de 2016

1816, el año sin verano (y 3)

(Continuación) Lo que no lo está tanto es el hecho de que fueron los más pobres, como siempre en tiempos de necesidad, los que padecieron todo tipo de penalidades y en todas partes.

Como si se hubieran puesto de acuerdo, los comerciantes de toda Europa, como consecuencia de las malas cosechas, subieron los precios de los alimentos, lo que vino a aumentar aún más la angustia de los pobres.

Es evidente que hubo disturbios en toda Europa.

Por ejemplo en Francia, debido al elevado precio que cogió el pan. Fue en su capital, París, donde las autoridades eclesiásticas ordenaron una serie de plegarias especiales que duraron nueve (9) días.

Estaban encaminadas a rogar a Dios por el fin de las calamidades. En fin.

Dicen las crónicas que “una inmensa congregación de fieles" llenó las iglesias todos y cada uno de los días.

De hecho muchos de esos fieles pensaban que las tormentas estaban escritas con “la misma letra de Dios” y eran todo un símbolo de su ira. La ira divina.

Aún quedaban unos años para que la meteorología, como ciencia interdisciplinar fundamentada teórica y empíricamente, existiera. Por eso no es de extrañar que algunas sectas religiosas extremistas, proclamaran que el fin del mundo estaba cerca. O incluso que le dieran día y hora.

Es mucha la credulidad del hombre, sobre todo si es mucha la necesidad y la ignorancia humana.

En España y Portugal
Por supuesto que las lluvias constantes y las fuertes nevadas también se hicieron notar en la Península Ibérica.

Donde las precipitaciones fueron excepcionalmente abundantes en agosto, un mes que por lo general es seco; y persistió el frío con temperaturas medias dos o tres grados Celsius (2-3 ºC) por debajo de lo normal.

De modo que el frío y la humedad dañaron la mayoría de las cosechas a lo largo de todo el país.

Las frígidas temperaturas quemaron a las frutas en general y en especial a la uva, de la que sólo maduró una pequeña proporción que produjo un vino escaso en cantidad y malo en calidad.

Por su parte los olivos, tan sensibles al frío, debido a la falta de calor atmosférico tampoco produjeron frutos en cantidad y calidad.

Y fuera de la península, en Mallorca, incluso allí cayeron grandes granizadas.

Lo que provocó que la cosecha de trigo tardara más de lo habitual y durante la trilla costara más de lo normal, separar el cereal seco y maduro de las semillas verdes. Como consecuencia el precio del pan subió.

A modo de dato anecdótico les diré que está documentado que un observador particular, un meteorólogo aficionado, anotó en su cuaderno de campo que en todo el mes de julio no hubo más que tres (3) días sin nubes.

No hay duda de que en toda Europa las cosas estaban mal. Y claro en Suiza también






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