miércoles, 3 de agosto de 2016

Traje de seda verde de Eugenia

Y aquí estamos.

Les decía que la española Mª Eugenia de Montijo, última emperatriz francesa, fue toda una mujer del siglo XXI en pleno siglo XIX. Y de su arrolladora personalidad e influencia social, ya hemos mostrado numerosos ejemplos en diferentes campos de actuación.

Como han pasado ya unos días, y para poner en contexto lo que viene, se los resumo antes de continuar.

Algunos logros de Eugenia de Montijo
Empezaré por el terreno educativo. Probablemente influyó en que Elizabeth Garret Anderson (1836-1917), pudiera licenciarse el 28 septiembre de 1865 en Medicina, convirtiéndose en la primera mujer europea en conseguirlo.

Y sin olvidarnos de su lucha por los derechos de la mujer. Dicen que gracias a ella el 15 de agosto de 1851 Angelique Duchemin, sargento de las Fuerzas Armadas de la República Francesa, se convertía en la primera mujer a la que se le concedía la Legión de Honor.

Siguiendo con su lucha por los logros feministas, Eugenia también abogó y apoyó el sufragio femenino en Francia. O lo que es lo mismo, el derecho al voto para las mujeres.

Pero el derecho completo: a votar y a ser votada.

Pasando por otros de naturaleza más científico-técnica. Incentivó la construcción de depósitos de agua y la realización de numerosas obras de mejora del alcantarillado de la ciudad.

Unas intervenciones ingenieriles que convirtieron a París en la ciudad más moderna y sana del mundo.

También jugó un influyente papel en dos importantes proyectos, uno científico y el otro tecnológico, que bajo su impulso personal vieron la luz.

El primero en el campo de la química y la microbiología, de la mano del francés Louis Pasteur (1822-1859) y que acabaría en el descubrimiento de la vacuna contra la rabia (1885).

Y el segundo en el de la ingeniería, siendo llevado a cabo por el también francés Ferdinand de Lesseps (1850-1894), primo lejano de Eugenia.

La obra ingenieril es la famosa y conocida construcción del Canal de Suez (1859-1869) que, como bien saben, une los mares Mediterráneo y Rojo desde mediados del siglo XIX.

Pero no quedó ahí su beneficiosa influencia. También su elegancia la hizo imprescindible en el mundo de la moda de su época.

El traje de seda verde
Fue cierta noche de 1863, en el ecuador de la década en la que se construyó el Canal de Suez (1859-1869), cuando la emperatriz Eugenia acudió a una de sus frecuentes citas con la Ópera de París.

Mas ésta no fue una más de tantas veladas, pues su presencia causó un extraordinario revuelo entre el público asistente.

La razón no era otra que el vestido de seda verde que llevaba puesto.

Pero la sensación que produjo no fue por el diseño del vestido en sí o por el material del que estaba hecho, sino por su color verde. Ése era el motivo. Resulta que no era un verde cualquiera.



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