domingo, 1 de mayo de 2016

‘Philosophiæ naturalis principia mathematica’. Presentación (3)

(Continuación) En cualquiera de los casos, en la sesión del 21 de abril de 1686 y en un discurso acerca de la gravedad y sus propiedades, E. Halley expresó que su digno compatriota el señor Isaac Newton tenía un incomparable tratado de movimiento, casi listo para ser impreso.

En él, continuó explicando, la aplicación de la ley del cuadrado inverso permitía justificar todos los fenómenos conocidos y asociados a los movimientos celestes de una manera fácil y matemática. Una afirmación del todo sorprendente pero que la institución creyó.

Tanto que en la siguiente reunión, el 28 de abril 1686, era presentado el manuscrito titulado Philosophiae Naturalis Principia Mathematica, dedicado la real sociedad por el mismo autor, Isaac Newton.

Un manuscrito que solo se componía del primer libro de lo que sería una terna, pero que no fue óbice para que se diera vía libre a su publicación. Tal era la confianza que la institución depositó en su autor.

Sin embargo, casi de inmediato, empiezan a surgir problemas. Unos de orden académico y científico. Otros de orden económico y administrativo. Empecemos con los primeros.

Problemas varios
Como no puede ser de otra forma, nada más hacerse públicas, no todos los científicos coincidían con las explicaciones newtonianas. Entre ellos su quizás más odiado rival, el científico inglés Robert Hooke (1635-1703), con quien Newton mantenía interminables disputas sobre casi todo y durante casi todo el tiempo.

Más que nada sobre la autoría de ciertos descubrimientos y demostraciones matemáticas.

Recuerden lo del vibórico “Si he visto más lejos es porque estoy sentado sobre los hombros de gigantes”. Toda una declaración de malevas intenciones newtonitas. Pero qué quieren, si de estos mimbres estamos hechos los humanos.

Lo cierto es que el contenido del manuscrito sufrió diferentes críticas de las que Newton, sin duda alguna, tomó buena nota y aprendió.

Les decía que otros problemas fueron ciertas dificultades de naturaleza económica-administrativa.

Halley y la Royal
A pesar de tener todos los parabienes de la institución, y de lo favorable del informe para su publicación a sus expensas, lo cierto es que de entrada no se adoptó ninguna medida para editarla.

Tras varios intentos para que se lleve a cabo, en la reunión del 2 de junio de 1686, la sociedad decide que sea el propio Halley, quien se haga cargo económico de la impresión del libro.

Detrás de esta decisión parece subyacer el mal estado de las finanzas de la institución en esos momentos.

Probablemente sus fondos se habían agotado en la publicación de De Historia Piscium (o Historia de Peces), del ornitólogo e ictiólogo inglés Francis Willughby (1635-1672).

Una verdad que Edmund oculta a Isaac. Y es él en realidad quien asume el gasto de su publicación, corriendo un grave riesgo de quiebra financiera y personal.

Lo llaman amistad. (Continuará)



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