miércoles, 28 de octubre de 2015

T. Hunt y la mujer en el laboratorio (y 2)

(Continuación) Un porcentaje que curiosamente desciende algo, al sesenta y tres por ciento (63 %), si los resultados los restringimos al millar de españoles que participaron en la encuesta.

Spain is different?
No. No lo creo porque para nuestros compatriotas, también las mujeres carecen del suficiente interés científico, espíritu racional y analítico, perseverancia y sentido práctico. Vamos que dicho en román paladino, dudan de la capacidad de la mujer para desenvolverse en el campo científico.

De hecho, y es el último porcentaje que les doy, el cincuenta y nueve por ciento (59 %) de los participantes en el sondeo se refieren a un hombre, cuando se les pide que describan la imagen de un profesional de la ciencia.

¡Cómo se quedan!

Qué osada es la ignorancia, me habrán visto escrito en más de una ocasión. Y es verdad.

Osada ignorancia porque ni que decirles tengo que, desde hace bastante tiempo, las mujeres no solo constituyen la mayoría del alumnado universitario, sino que se titulan antes y además lo hacen con mejores expedientes académicos que sus compañeros varones.

Bueno pues esos datos científicos, objetivos e inapelables, el pueblo llano no los reconoce, se fuma un puro con ellos y decide que las mujeres, para esto de la ciencia, pues como que no sirven. Por ellos, para los encuestados, lo mejor es que las mujeres se retiren de la escena de la investigación.

Que se retiren ellas que, en teoría, son la mejor mitad del potencial científico de España.

Un potencial cuyo alto nivel de excelencia precisa de todo el talento y el esfuerzo que podamos aunar. Incluido el de las mujeres.

Las Ciencias tienen nombre de mujer
De ahí la importancia que tiene la concesión del Nobel de Medicina y Fisiología de este año 2015, a la investigadora china Youyou Tu.

Un sucedido que viene a ser una especie de rara avis, en un mundo en el que, desde siempre, las mujeres han sido no solo minusvaloradas sino, incluso, ninguneadas.

Una honrosa excepción por tanto, en este ámbito donde ellas siguen sufriendo una incomprensible discriminación, y eso que estamos en la segunda década de siglo XXI.

No siempre el incesante progreso implica el avance suficiente.

Pero esta problemática de la mujer, el hombre y la ciencia no es de ahora. Ni mucho menos.

Viene de muy atrás, si me apuran casi de la misma noche de los tiempos en la que el hombre se hizo hombre y, con tan animal evolución, vino también el sesgo valorativo a la hora de juzgar los méritos de la mujer frente a los del hombre.

Por cierto que ahora que lo pienso, no hay que remontarse tanto.

La próxima vez que me ponga con esto, les cuento un sorprendente sucedido académico que tuvo lugar en los EE.UU. hace tan solo unos pocos años. Lo llamaré ‘Mujer, hombre y ciencia’.



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