jueves, 29 de octubre de 2015

29 de agosto de 1831 y M. Faraday

Antes de ponerme a escribir estas líneas he comprobado que nuestro personaje de hoy, Michael Faraday (1791-1867), el “hijo del herrero”, ha aparecido en este blanco sobre negro un total de diecisiete (17) veces.

Lo que está bien.

Lo que no lo está tanto es el hecho de que, no solo no sea ni por asomo la primera, sino que, a pesar del elevado número ya editado, ninguna de ellas es una entrada biográfica del inglés como, seguro, bien se merece. No, esto está mal por mi parte.

Y lo malo es que no es lo peor, porque resulta que tampoco lo será ésta. Trato de decirles que habrá que esperar a mejor ocasión, para tener enrocada una biografía del gran Faraday.

“Mi mayor descubrimiento”, dixit un reconcomido por los celos, Davy.

Mientras tanto, les diré que la razón de que el hijo del herrero aparezca hoy, se debe únicamente a un mero y doble oportunismo. Uno argumental y el otro cronológico.

Oportunismo argumental
Considero que hablando (perdón, escribiendo) de lo que estamos, desde que nos arrancamos a mediados del pasado julio con los significados de AC/DC -recuerden corriente alterna / corriente continua-, es justo y necesario explicitar quién, cuándo, dónde y con qué experimento empieza todo.

Y resulta que el funcionamiento de los aparatos necesarios para la creación, distribución, almacenamiento y utilización de la energía eléctrica a gran escala, tal como la conocemos en la actualidad, se debe en buena medida al señor Faraday.

En más en concreto a los numerosos ensayos empíricos que realizó en su laboratorio londinense, sobre el fenómeno que hoy conocemos como inducción electromagnética, base como bien saben de aparatos eléctricos del tipo de los generadores y transformadores.

Fue él quien con su avidez lectora, habilidad experimental, humildad personal y mentalidad moderna, consiguió descubrir un método (el primero) para generar electricidad a partir de magnetismo, o lo que es lo mismo, inducir corriente eléctrica.

Cargas en movimiento
De esta forma, no sólo hizo que la electricidad dejara de ser un fenómeno más bien propio de espectáculos teatrales y circenses o, como mucho, una singularidad llamativa, motivo de una cierta curiosidad científica.

Con esta su aplicación práctica de conocimientos, ya desarrollados por él y otros, Faraday convirtió al incipiente electromagnetismo en una poderosa herramienta tecnológica, para el manejo de la energía en su forma eléctrica, que todos conocemos.

Sin duda alguna, su aportación al mundo de la energía no pudo ser más definitiva.

De hecho no son pocos los estudiosos del asunto, que lo consideran el mejor físico de la historia de la Humanidad sólo superado, primero, por el genio de la mecánica gravitatoria y después por el genio de la relatividad y la cuántica.

Lo que se dice palabras mayores porque, los tres implicados Newton, Einstein y Faraday son apellidos muy destacados de la Física tanto Clásica (mecánica gravitatoria y electromagnetismo) como Moderna (relatividad, cuántica, caos).

Oportunismo cronológico
Y otro cronológico. Porque fue en el verano de hace ahora ciento ochenta y cuatro (184) años, precisamente el 29 de agosto de 1831, perdonen el retraso de dos meses, cuando nuestro personaje terminó, y de forma exitosa, el más importante de los experimentos que llevó a cabo.

Uno con el que cambió la historia de nuestra especie en este planeta, si bien la historia venía de más atrás.



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