jueves, 13 de agosto de 2015

Crucificado de Susillo (1)

“En cuanto pueda les escribo acerca de la leyenda, milagro y restauración del que empezó siendo conocido como Crucificado de Susillo y acabó de Cristo de las Mieles.

Así finalizaba la entrada ‘¿Qué es la enfermedad del bronce? (y 2)’ que quien escribe, editaba en este negro sobre blanco bloguero, nada menos que el martes 16 de junio de 2015. Bueno pues en estos días de este ferragosto andaluz puedo.

El Crucificado de Susillo es una escultura que -como muchos sevillanos saben, si tienen ya cierta edad- se encuentra en la rotonda principal del sevillano Cementerio de San Fernando.

A unos centones de metros de la puerta principal del camposanto y en su glorieta más significada, se encuentra este crucificado de gran tamaño, fundido en bronce.

San Fernando o Fernando III, el rey que tiene estatua en Plaza Nueva y calle entre el Prado de San Sebastián y la Puerta Jerez. Un rey significado y significativo en Sevilla. Pero a lo que vamos.

Intrahistoria de la historia
Se trata del, en principio, llamado Crucificado de Susillo y, con posterioridad, Cristo de las Mieles, como popularmente es conocido en la actualidad. Un cambio de nombre relacionado con la leyenda primero, y con un supuesto milagro después.

Una escultura en cualquier caso el escultor sevillano Antonio Susillo (1857-1896), realizó entre 1893 y 1895 (ciento veinte años hace por tanto) y de la que nunca pensó que se fuera a exponer en semejante sitio.

De hecho la llevó a cabo por cuenta propia agobiado por las deudas, dicen las lenguas anabolenas, propiciadas por su segunda mujer, algo despilfarradora ella.

Pero fuera esta la razón o no el caso es que, tan grande le debió parecer el endeudamiento que, según relata el periodista Antonio Burgos en su Guía secreta de Sevilla, Antonio Susillo se suicidó a los treinta y nueve (39) años, disparándose un tiro en la cabeza junto a las vías del ferrocarril, a la altura del muelle de La Barqueta en Sevilla.

Una muerte que, por aquellas fechas, trajo problemas a la hora de enterrarlo.

Lo trajo porque en esa época, las postrimerías del siglo XIX, la autoridad eclesiástica no permitía que los suicidas fueran enterrados en suelo sagrado. De modo que eran enviados al cementerio civil.

Intramuros
No obstante, por la relevancia del personaje y tras un estudio de la situación, se consideró que el acto suicida había sido consecuencia de una enfermedad mental y se concedió el permiso oportuno.

Fue enterrado en una tumba que era pagada de forma anónima, por quien se supone un amigo y que estaba junto a la del pintor sevillano Ricardo Villegas (1849-1896).

Una luctuosa coincidencia pues, por desgracia, el pintor había fallecido ahogado en el río Guadalquivir unos meses antes, tras caer de la embarcación donde viajaba ¿Casualidad? En fin.

Lo cierto es que tan solo un año después de su muerte, el Ayuntamiento compraba la escultura por catorce mil pesetas (14 000 ptas), en una subasta que la familia del artista realizó con las obras de su estudio. Y es que eran muchas las deudas.

Una escultura que sustituyó a una cruz de madera en muy mal estado, que estaba emplazada en esa misma glorieta central del cementerio.

Pero no es esto lo que cuenta la leyenda, acerca de la muerte y enterramiento del escultor

Ciencias vs pseudociencias
Ya, pero es que no siempre coincide la ficción con la realidad y lo que cuenta la leyenda con lo que dicen las pruebas. No es lo mismo ciencia que pseudociencia o aciencia.

Una diferencia que no parecen apreciar quienes, en vez de investigar “ikerizan” y convierten, cualquier hecho no explicado, que no inexplicable, en una oscura “paranormalidad cuartamilenaria”. (Continuará)



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