miércoles, 15 de enero de 2014

CALLE DOCTOR FLEMING, SEVILLA (III)


(Continuación) En una época en la que se podía morir por infección, por el simple hecho de clavarse una espina de rosa, con la penicilina se logró reducir el índice de mortalidad de más de ocho enfermedades, a menos de la mitad.

Sólo en los primeros diez años de aplicación al gran público, se estima que se pudieron salvar más de ochenta mil (80 000) personas. Sí, sin la menor duda, fue toda una revolución antibiótica, la de la penicilina.

Lo que quizás sea algo exagerada es la afirmación espinita. Ya se imagina por dónde voy. Me refiero a la muerte del poeta alemán Rainer Maria Rilke (1875-1926), que según la leyenda fue por un pinchazo que sufrió en un dedo con una espina, mientras preparaba un ramo de rosas.

Un incidente nimio que derivó en una infección, septicemia, y que complicó la leucemia que el poeta desde hacía años padecía y causa real de su muerte. Sin embargo la leyenda poética prefiere adjudicársela al pinchazo de una rosa.


Además, el seductor poeta nos dejó en su epitafio: “Rosa, oh contradicción pura, placer, ser el sueño de nadie bajo tantos párpados”. O sea que a saber. El solitario Rilke y la rosa postrera.

Pero de lo que no hay duda alguna es sobre la importancia del descubrimiento de la penicilina.

Uno de los acontecimientos más revolucionarios de la historia de la medicina. Fue el primer antibiótico, el más importante, y Fleming el paradigma de benefactor de la humanidad.

De hecho, en 1944, el rey Jorge VI de Inglaterra le concedía la condición de caballero, Sir Alexander Fleming. Y un año después, Fleming, Florey y Chain compartían el Premio Nobel de Medicina y Fisiología en 1945.

Sin embargo, la fama mundial que le dio la penicilina, no hizo cambiar la personalidad de Alexander, el hombre. Siguió siendo como siempre había sido: tímido, modesto, sencillo y genial. Otra cosa fue la vida científico Fleming, que sí cambió. Vaya si cambió.

Se convirtió en un ídolo de masas y todo el mundo lo quería conocer. Era invitado por todos los países del mundo, donde se le recibía como a un auténtico héroe.

Y ni que decir tiene que era condecorado y homenajeado por sus universidades más importantes y las instituciones más afamadas, con sus reconocimientos nacionales de mayor prestigio.

Estuvo también en España. En concreto en Madrid, Barcelona, Sevilla, Jerez de la Frontera., etcétera

Fleming en España
En 1948, el ya nobel vino a España. Lo hizo invitado por el endocrino español Gregorio Marañón (1887-1960) y las Reales Academias de Medicina Españolas.

Ni que decir que recibió diversos y variados homenajes, importantes galardones y numerosos testimonios de reconocimiento allí por donde pasó.

Fue investido Doctor honoris causa por diecisiete (17) universidades españolas y designado miembro honorario de las reales academias de Medicina de Madrid, Barcelona y Sevilla, y de la Sociedad Española de Higiene.

Y entre homenaje y homenaje, reconocimiento y reconocimiento tuvieron lugar alguna que otra divertida anécdota. Por ejemplo, sirva de muestra el botón de la académica-deportiva de Madrid. (Continuará)



1 comentario :

un sevillano dijo...

¿De dónde saca tanta información sobre ciencia y Sevilla? Felicitaciones por el blog