martes, 14 de enero de 2014

CALLE DOCTOR FLEMING, SEVILLA (II)


(Continuación) Descubrió que la lisozima es una proteína también presente en las lágrimas, la saliva, el pelo, la leche materna, el esperma, las uñas, la sangre (en los glóbulos blancos), la clara de huevo, los nabos, etcétera.

Esa era la cara buena del asunto, su abundancia.

Por desgracia, y esta era la menos buena, la lisozima sólo era efectiva contra microbios casi inofensivos. Frente a los patógenos era prácticamente inoperante. Así que como médico, su gozo en un pozo.

Pero se trata de una historia que conviene conocer intramuros.

La historia tiene su intrahistoria
Según cuentan las crónicas, el verano de 1928 fue frío y húmedo en Londres, y cuando Fleming regresó en setiembre a su laboratorio, encontró que había olvidado en la mesa una cápsula de bacterias estafilococos.

Una con la que había estado trabajando durante el curso y que no guardó en el antiséptico. No parece que el orden y la pulcritud fueran cualidades destacadas de Flem. No.

Pero el don de la observación sí lo era. De modo que, antes de tirarla, le echó una atenta mirada. Para su sorpresa, descubrió que el cultivo se había contaminado con un moho verde. Lo que no era algo especial. Lo sorprendente fue que, a su alrededor, habían desaparecido las colonias bacterianas.

“¡Qué curioso!”
Es, probablemente, lo que debió exclamar. Y aunque al principio no encontró una explicación, pronto comprendió lo que había pasado. El moho debía producir una sustancia que mataba a los microbios. De modo que lo aisló y resultó ser Penicilium notatum.

El mismo del pan viejo, por lo que llamó a la sustancia activa de dicho moho penicilina, a pesar de no tenerla aun químicamente identificada. Lo cierto es que Fleming la aplicó sólo con éxito parcial, pues no llegó ni a purificarla, ni a aislar el componente activo.

Se trataban de unos procesos que exigían algo de lo que él carecía: dinero y conocimientos. No era ni rico, ni químico. De hecho, Fleming, nunca llegó a aislar la penicilina.

Como ya habrán comprendido, éste es el segundo hecho fortuito e insignificante en principio, al que me refería al comienzo. Y del que precisamente el año que se nos acaba de ir, se cumplía el ochenta y cinco aniversario del hallazgo que cambió la historia de la Medicina.

Uno de esos hallazgos que algunos llaman serendípicos o por casualidad. Entre sus citas conocidas, hay una que alude a esta circunstancia: “A veces uno realiza un hallazgo cuando no lo está buscando”.

La revolución antibiótica, el poeta Rilke y la concesión del Nobel
Y con dicho hallazgo se puso en marcha toda una revolución, la antibiótica y, por supuesto la concesión del Premio Nobel.

En realidad, el descubrimiento de la penicilina por parte de Fleming en 1928, que por otro lado no dio a conocer hasta 1929, no tuvo repercusión mundial hasta que el farmacólogo australiano H. Florey (1898-1968) y el bioquímico alemán E. Chain (1906-1979) consiguieron sintetizarla en 1940, obteniendo los espectaculares resultado que todos conocemos. (Continuará)




1 comentario :

Anónimo dijo...

Espero que continúe. Como sevillana me gusta.o