miércoles, 24 de julio de 2013

A propósito de los termómetros callejeros


Con algunas semanas del verano ya transcurridas, e inmersos en pleno mes de julio, la fenomenología térmica ha vuelto a nuestros medios de comunicación, como el poeta nos dice que "las oscuras golondrinas vuelven en tu balcón sus nidos a colgar".

Ya se imaginan por donde voy

Con los naturales calores del estío, la imagen del periodista sudoroso junto a un termómetro callejero, que marca escandalosas temperaturas de cuarenta a cincuenta grados Celsius (40-50ºC), la volvemos a tener.

Bien en las pantallas de nuestros televisores, haciendo el ‘cinco segundos informativo’ que abre el telediario. Bien en las portadas de prensa, dando una de las imágenes sensacionalistas del verano.

O bien en alguna que otra página web, nuevo soporte tecnológico del progreso informativo.

El caso es que por todos los predios pululan y vienen a decir lo mismo.

Ya estamos en verano señores. Y ¡qué verano! Y para muestra basta con un botón.

El principal protagonista de este periodismo de a pie de calle, y supuestamente informativo, no es otro que el termómetro callejero, el de la vía pública. Un elemento urbanístico que forma parte, desde hace algunos años, del paisaje de nuestras ciudades y que, además, siempre está ahí.

Lo está, incluso, en nuestras vidas al marcarnos tanto el devenir del tiempo físico, nos señalan la hora del día, como los vaivenes del tiempo meteorológico, indicándonos la temperatura que hace.

Y de ambos valores objetivos, físico y meteorológico, extraemos los humanos una nueva clase de tiempo. Una que nos es más propia e íntima, el tiempo psicológico.

Un paso artificial, continuo y uniforme uno, el físico; natural, alternante y variado otro, el meteorológico; y discontinuo y subjetivo estotro, el psicológico.

Hombres y máquinas
Y aunque están ahí todo el año, me refiero a los termómetros de la calle, la verdad es que (casi) nadie se fija en ellos, hasta que llegan estos días. Que es cuando alcanzan el culmen del protagonismo termométrico.

Por decirlo de otra manera, cuando viven sus quince minutos de gloria, al ser utilizados por los medios de comunicación como un gran atractor material de noticia.

Su brillante imagen bajo un sol de justicia, mientras sus dígitos nos muestran el alto nivel térmico en la ciudad, son ya de por sí la noticia. Lo son aunque el periodista de turno que está al lado, no dijera ni mu. No hace falta. Con la imagen basta.

Solamente hay un problema.

Estos termómetros digitales mienten. Bueno, ellos no. Las máquinas nunca mienten. Mentimos los seres humanos que utilizamos esas máquinas y sus datos, para espurios intereses.

Pero bueno ya conocen el manido dicho periodístico, sobre qué hacer ante la posibilidad de que la verdad te arruine una buena noticia: sencillamente, no permitírselo.

Una mala praxis periodística, por desgracia, no infrecuente y que obedece a diferentes motivos. Unos por acción y otros por inacción.

Dicho en román paladino. Unas veces la mala praxis obedece a un interés, otras son consecuencia del desinterés y estotras, simplemente, son fruto de la ignorancia.

Intentemos proyectar algo de luz informativa sobre estas últimas. Lo que nos llevará a contestar una serie de cuestiones:

1. ¿Los termómetros de calle son instrumentos oficiales? ¿Miden los termómetros urbanos la temperatura científica?

2. ¿Nos engañan los termómetros callejeros?


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