jueves, 27 de junio de 2013

La primera cosmonauta (1)


Les pongo en situación de las circunstancias de este enrocado sucedido que les traigo.

Temporalmente nos encontramos en los inicios de la década de los años sesenta del pasado siglo XX. Y desde el punto de vista geográfico, estamos ubicados en la URSS.

Históricamente vivimos en plena Guerra Fría con los EEUU y, desde el punto de vista científico-técnico, en uno de los campos de batalla en los que se libraba tan singular contienda: el terreno de la Astronáutica.

Un amplio cuerpo de conocimientos, entendido como la teoría y práctica de la navegación fuera de la atmósfera de la Tierra, por parte de objetos artificiales, tripulados o no. Y que fue utilizado como arma arrojadiza por ambos países, en la defensa propagandística de sus ideologías.

De hecho, el 12 de abril de 1961, Moscú ya había sorprendido al mundo con una de ellas.

Por primera vez en la historia un hombre, el cosmonauta Yuri Gagarin (1934-1968), había viajado al espacio exterior, completado una órbita y regresado sano y salvo para contarlo.

La primera órbita espacial tripulada.

Todo un logro científico, técnico y político. Una prueba de la preponderancia soviética sobre la estadounidense. Una hazaña que la URSS estaba dispuesta a repetir en breve.

Ahora querían mandar al espacio a una mujer. La primera cosmonauta.

Valentina Tereshkova (1937)
Ese es el nombre de la heroína soviética que el 17 de junio de 1963, cincuenta (50) años nos contemplan ya, a bordo de la nave espacial Vostok-6, se convertía en la primera, y por ahora única, mujer en haber hecho un vuelo a solas por el espacio.

Ella, trabajadora textil, militante del partido comunista, paracaidista en activo con más de noventa (90) saltos en su haber, fue escogida en abril por el propio Nikita Krushchov, de entre las cinco finalistas seleccionadas de entre más de cuatrocientas (400) candidatas.

Por la posterior carrera que desarrolló, en la elección de Valentina debió pesar, y no poco, su ortodoxia y antecedentes personales y familiares, que eran de total fidelidad al régimen. Esperable.

Aunque no tenía experiencia como piloto, sus buenas condiciones físicas y habilidad como paracaidista, debieron ser una buena base para el duro entrenamiento al que se vio sometida durante meses.

Y que iban desde el manejo de reactores, hasta pruebas en condiciones de ingravidez, de resistencia física extrema, de aislamiento, etcétera.

Unos meses en los que no pudo ponerse en contacto con ningún miembro de su familia. Alto secreto militar y un asunto de estado, le dijeron. De hecho, sus allegados se enteraron de lo que había estado haciendo, cuando todos.

Cuando el gobierno de Moscú lo anunció a bombo y platillo a todo el mundo.

Una pionera del espacio
Entre los diferentes objetivos que el programa espacial soviético se planteaba para esta misión, estaba el estudio de las más que probables diferencias de comportamiento entre el organismo femenino y el masculino, en su adaptación física y psicológica al entorno espacial.

Y por supuesto se hicieron diversos ensayos con las telecomunicaciones.

Tanto por radio en onda corta con la Tierra; como entre naves, aprovechando que en su primera órbita la nave de Tereshkova se acercó a menos de cinco kilómetros (5 km) de la Vostok-5, que había sido lanzada dos días antes y que iba pilotada por el cosmonauta Valeri Bikovski (1934).

Por cierto que el nombre en clave para las comunicaciones eran Chaika, “Gaviota”, para la Vostok-6 y “Gavilán” para la Vostok-5. Esos eran los extremos del invisible hilo que los unía en el espacio.

También se pusieron en marcha soluciones relacionadas con la alimentación de una tripulación espacial. Según sus propias palabras, pasó hambre.

Y no fue la única experiencia desagradable que tuvo durante el vuelo, ya que padeció de frecuentes náuseas y un gran malestar generados por el cansancio. (Continuará)




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