miércoles, 26 de diciembre de 2012

PLAZA DE AMÉRICA DE SEVILLA, 1929 (y II)


(Continuación) Lo que, hasta cierto punto, entra dentro de lo normal. Lo que no lo es tanto es el hecho de que tardara también bastante, en la propia península Ibérica y sus colonias.

Sí. Como lo lee. Aquí mismo, en la piel de toro, durante mucho tiempo el nombre utilizado mayoritariamente continuó siendo “Indias occidentales”. No me pregunten el porqué.

Quiero pensar que ni se lo plantearon. Si ya tenían ése, para que iban a cambiarlo. Total. Si todo el mundo sabía a qué tierras se estaban refiriendo.

De nuevo la universal ley de la economía. Sólo que en este caso se trataba de una equivocación localista, que ya estamos viendo, se vio superada y absorbida por otra global.


¿Por qué se terminó llamando América? Desenlace (II)
Si en otra entrada les aportaba como razón del error, propiciador de la conservación del término América, la circunstancia social de la inercia, ahora les expongo la de la belleza. Además por partida doble.

La belleza acústica. Hay que admitir que la voz América tiene eufonía o calidad de sonar bien. Es así y no hay que darle más vueltas. Se trata de una combinación de sonidos que produce un efecto acústico agradable, América.

Y la belleza por semejanza. A nadie escapa la consonancia que guarda con las palabras Asia y África. Una razón más para que, de forma inmediata, se afincara en las lenguas noreuropeas y, por ende, en todo el mundo.

Un afincamiento social que trajo consigo que su uso geográfico se extendiera, a la hora de denominar la cantidad de territorio que abarcaba. Que ésa es otra.

Ocurrió que si bien al principio se decía América, para referirse a los territorios del sur del istmo de Panamá, con el tiempo, esta asociación geográfica cambió.

Y el término se utilizó para denominar, también, a aquellos territorios situados al norte del istmo. Un momento crucial en este asunto nominativo. Ya volveremos sobre este aspecto.

Ahora me gustaría poner un par de puntos sobre las íes.

Poniendo los puntos sobre las íes 
El primero, y por cortesía divulgadora, ha de ser el del origen de la expresión. Por lo que sabemos se empezó a utilizar en fechas próximas al de los hechos que estamos tratando. Más o menos finales del siglo XVI, cuando se introdujeron los caracteres góticos.

De cuya complejidad gramatical deriva el segundo punto, el del significado. Con esta expresión se trata de describir el interés de alguien, por aclarar ciertas cosas que hasta ese momento permanecían ambiguas o confusas.

Lo que da pie al tercero. Que es un alegato a favor del señor Vespucio, frente a las acusaciones que en los siglos siguientes se le hizo. Una, la de ser un de falso navegante. Otra, la de haber querido apropiarse de un mérito que no le correspondía.

Sobre la primera ya me he manifestado, por lo que no me reitero. Sobre la segunda, creo que ha quedado meridianamente claro, que fue debida más al error del cartógrafo que a un fraude del florentino. Cada palo debe aguantar su vela.

En cualquier caso, esto ya es opinión, veo a todas luces excesivo y erróneo que una sucesiva acumulación de errores, haya terminado dando nombre a un continente.

Resulta inadmisible que en todo este tiempo, nadie haya deshecho el entuerto y puesto en valor, los méritos de Colón como descubridor.

Pero qué quieren, estas y otras cosas pasan.


2 comentarios :

un sevillano dijo...

Ayer descubrí ste blog y estas entradas sobre sevilla.estan muy bien

un sevillano dijo...

¿cuándo va a continuar esta serie colombina?