lunes, 30 de abril de 2012

De vuelta con el efecto Pinocho (I)

(Continuación) Así como algunos estultos pseudocientíficos dicen aquello de “hasta el infinito y más allá”, y se quedan tan satisfechos de sí mismos.

Satisfechos, digo, de creer que han dado una vuelta de tuerca más a la racionalidad humana. Y además, ellos solitos. Criaturas. En fin, ya lo dijo alguien, qué osada es la ignorancia.

Bueno. Pues así como ellos, a quien escribe, y sin pretender llegar tan lejos, nunca se me ocurriría, le gustaría dar otra vuelta de tuerca, otra más, en el asunto este de Pinocho.

Recuerden, el que relaciona el tamaño de la nariz y la mentira.

Eso sí, una vuelta en el sentido opuesto al del infinito de los pseudocientíficos. Me explico.

Según recientes estudios realizados por científicos de las Universidades de Pennsylvania y de Temple, en Estados Unidos, resulta que cuando mentimos, pues oiga, que pensamos más y mejor.

Se ve que no andaba muy descaminado el gran filósofo francés Voltaire, nacido François-Marie Arouet, (1694-1778) cuando escribió que: “La gran creadora de la verdad es la mentira”.

Cuando mentimos, pensamos más y mejor 
Lo sabemos porque, tras realizar un estudio de resonancia magnética a un grupo de individuos, se descubrió que ciertas zonas de sus cerebros se activaban de forma lumínica, cuando estas personas mentían.

En concreto lo hacían sus lóbulos frontal, temporal y límbico. Son unas regiones cerebrales involucradas en los mecanismos de la inhibición y el control de la persona.

De modo que cuando alguien miente, su cerebro lo exime de decir la verdad, lo que provoca que el lóbulo frontal esté más activo y la persona tenga que pensar más. Interesante.

Incluso se han pergeñado alguna que otra teoría entre psicológica, biológica y evolutiva -ya sabemos como se las gastan los psicólogos- y desde las que intentan explicar el porqué del acto de engañar.

Bien como parte del instinto de supervivencia de la especie humana. Bien como arma en la conquista amorosa. O, por supuesto, como consecuencia de tener, sencillamente, una mala memoria. Que de todo hay en la viña del Señor.

Yo, por si les interesa, prefiero pensar que también lo hacemos por amabilidad. Por producir en quien nos oye una impresión estética y agradable.

Me parece un motivo loable. Aunque a veces nos cueste. (Continuará)


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