miércoles, 19 de enero de 2011

¿Qué es la Serendipia?

Se trata de una de las traducciones al español del término inglés serendipity. Una palabra con una interesante y curiosa intrahistoria, que ya se pueden imaginar les voy a contar.

Serendipity fue inventada por Horace Walpole, IV conde de Oxford, político, escritor e innovador arquitecto británico (1717-1797).
Y la empleó por primera vez en una carta que le mandó a su tocayo Horace Mann, en 1754. Con ella quería referirse a aquellos descubrimientos que se producen por azar, sin pretenderlo ni buscarlo.
Al parecer todo empezó con la lectura que hizo de un cuento persa titulado “Los tres príncipes de Serendip”, en el que los protagonistas tenían una rara habilidad: “siempre descubrían, por accidente o casualidad cosas que no andaban buscando”.
Y fue tanto lo que impresionó a Walpole este don de los príncipes, que decidió apropiarse de la idea y acuñar esa nueva palabra.
Lógicamente lo hizo a partir de Serendip, que es la traducción inglesa de la antigua Ceilán, hoy Sri Lanka. Ciudad donde por cierto, vivió Arthur C. Clarke hasta su reciente muerte en la primavera de 2008.
No obstante la palabra serendipity pasó pronto al olvido, sin más pena no gloria. Y allí estuvo hasta que volvió a ser empleada doscientos años después. 

Cuando, en 1955, la revista Scientific American (cuya versión en español es Investigación y Ciencia), la utilizó para aludir al descubrimiento científico casual.
Descubrimientos serendípicos
Aunque no lo crea, son muchos los accidentes fortuitos que a lo largo de la historia humana, han dado lugar a descubrimientos científicos. Y el primero del que tenemos constancia escrita, ocurrió nada menos que en el siglo III a.C.
Fue protagonizado por Arquímedes en los baños públicos de Siracusa, mientras estaba absorto en un asunto que le había encargado su pariente, el rey Hierón, acerca de una corona de oro puro y un orfebre, al parecer poco honrado, que le quería timar.
Y desde entonces, por lo que sabemos, no han parado de producirse en todos los campos del saber del hombre. 

Desde Isaac Newton, con la caída de una manzana y su Ley de Gravitación Universal; los colorantes y pigmentos sintéticos y Pasteur y las moléculas “zurdas y diestras”.
Hasta el teflón empleado en los trajes espaciales, las sartenes antiadherentes y las válvulas artificiales de corazón; Daguerre y la fotografía y la aspirina, el fármaco más ampliamente utilizado.
Pasando por A. Fleming y la penicilina, quizás el descubrimiento accidental importante mejor conocido; el nilón, cuya historia parece corroborar el dicho de que “es mejor tener suerte que ser listo” y el minoxidil, un descubrimiento que pone el pelo de punta.
Sin olvidarnos del velcro, tal vez el método de cierre más ingenioso y versátil del mundo; los post-its, esos papelitos autoadhesivos, normalmente amarillos, que inundan nuestros despachos. O los copos de cereales como trigo y maíz, popularizados en los desayunos por los hermanos Kellogg.
Y un largo, largo, etcétera.
Chamba o serendipia a la española
Y volviendo a la palabreja española, serendipia, un detalle. A pesar del tiempo transcurrido, esta traducción española del término serendipity es un neologismo técnico que no termina de encajar.
La verdad es que no se acaba de encontrar la expresión adecuada.
Así aparece traducido también por serendipismo, serendipidez, serendipiti, etcétera. A cada cual peor. No sé, ya veremos en qué queda.
Yo, por si le interesa, tengo mi favorita. Hace ya algunos, más bien bastantes años, los niños de mi barrio, cuando queríamos quitar importancia a la hazaña realizada por alguno le decíamos: “¡Bah!, no vale, te ha salido de chamba.
Con esta reacción está claro que le queríamos quitar méritos. Intentábamos adjudicar a la casualidad favorable, el mérito de la acción realizada. A mí, qué quieren, me gusta chamba. Será porque me retrotrae.
Serendipia y cine
Y antes de acabar un apunte más. Serendipity, aparte de formar parte del mundo científico también ha llegado al cinematográfico. Es probable que si le gusta el cine la haya reconocido.
Se trata del título de una película estrenada hace unos años, quizás en el 2002, no lo recuerdo bien. 

Una comedia romántica que cuenta cómo dos extraños, en la ciudad de New York, ven cruzarse sus caminos, en un bullicioso  día de Navidad de 1990.
Un cruce que termina haciéndolos víctimas de una intensa atracción mutua. Atracción para la que tras pasar unas horas juntos, en las que se entremezclan casualidades y causalidades, llega el inevitable final. Y con él la sorpresa.
Cuando el chico sugiere un intercambio de números de teléfono, ella vacila y le propone una sorprendente idea. La de dejar que el destino tome el control de su futuro.
Si están destinados a estar juntos, le dice, encontraremos la forma de volvernos a ver y entrar uno en la vida del otro.
Y es que ella cree en la serendipity, o en la chamba de los niños de mi barrio. Como ven una trama peliculera tan interesante y curiosa como la de la propia palabra.


1 comentario :

Sil Sánchez de Mardel dijo...

Investigue tanto que no se como llegue aquí, pero que serendipia, para mi casualidad, para ti chamba, aunque no en su concepción... Pero si simpática casualidad nuestros apellidos"