martes, 8 de enero de 2008

Del nivel científico de los españoles

La ciencia es el gran antídoto
contra el veneno del entusiasmo y la superstición.
A. Smith, economista (1723-1790)

Según un sondeo realizado hace algo de tiempo por la revista Muy Interesante, y perdonen porque les hablo de memoria, 

¡casi un tercio de la población encuestada manifestaba que era el Sol el que giraba alrededor de la Tierra!

Qué me dicen, pensando igual que Tolomeo en las postrimerías del siglo XX.

Por no hablarles del porcentaje de encuestados -no significativo pero sí preocupante- que era de la opinión de que el hombre no había puesto el pie en la Luna.

Según ellos, todo había sido un montaje de la NASA, ya que era imposible que el hombre hubiera llegado hasta allí. Al ser preguntados por la razón de esa imposibilidad, sencillamente decían que, porque ¡estaba demasiado lejos! Increíble pero cierto. La luna demasiado lejos.

No puede haber más disparidad. Frente a una interesada y creciente petición de información sobre temas científicos de rabiosa actualidad, un deplorable nivel de cultura científica elemental. He aquí el reto.

¿Cómo ofrecer a un público interesado pero no especializado, los últimos avances de la ciencia y la tecnología?

¿Podemos informar de forma generalista, pero sin populismo, sobre unos conocimientos científicos mínimos?

¿Le permitiría esa información diferenciar lo que es cierto, por estar basado en pruebas objetivas científicas, de lo que es sólo credulidad -cuando no engaño- por estar basado en evidencias subjetivas acríticas?


Me estoy refiriendo a esa panoplia de falsas medicinas (magnetoterapia, iridología, cura por la ingestión diaria de la propia orina, cromoterapia, cirugía psíquica, homeopatía, etc)

De pseudociencias (piramidología, astrología, biorritmos, cientología, frenología, pseudohistoria, numerología, etc)

Y de fenómenos paranormales (triángulo de las Bermudas, platillos volantes, PES, viajes astrales, hadas, espíritus, monstruo del lago Ness, levitación, reencarnación, etc) cuya lista haría interminable este artículo.

¿Cómo hacer accesibles esos conocimientos, con un mínimo de rigor y un máximo de amenidad?

Qué duda cabe que no es tarea fácil, pero tampoco imposible. Se llama divulgación científica y, en diferente grado, es responsabilidad de todos los medios de comunicación.

Siempre que pienso sobre este tema recuerdo el simpático libro de A. Bloch La ley de Murphy en el que se citan, entre otras, la guía para las ciencias experimentales de Handy según la cuál:

1.- Si es verde o se retuerce, es Biología.
2.- Si apesta, es Química.
3.- Si no funciona, es Física.

Aquí tenemos uno de los primeros retos: elevar algo el rigor académico del divertido prontuario científico de Handy.


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